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Saber leer entre líneas

Sin apenas haberlo racionalizado y sin que nadie nos alertara de antemano, pero lo cierto es que las redes sociales se han introducido en nuestra vida, han llegado para quedarse y, de paso, han acelerado el cambio hacia una nueva forma de entender la sociedad y las relaciones humanas. Se nos abre ahora un nuevo mundo, una nueva forma de estar en él, solo que basada en la virtualidad, que es tanto como decir en nuestros sueños y deseos, o sea, en nuestro ego más profundo: por fin podemos ser lo que no somos, tener lo que no tenemos y vivir como no vivimos; basta con creértelo -o no-, pero, sobre todo, con aparentarlo. Y no sé muy bien si será por sentirme algo mayor, o acaso por algo que tenga que ver con esta nueva droga que supone el estar habitualmente medio acoplado al luminoso y atrayente espacio de una pantalla, pero debo confesar que últimamente salgo de casa muy poco, lo que finalmente repercute en un enorme trasvase de amistades hacia esa intangibilidad que supone la nube.

Así pues, paseando un día por mi ‘barrio’ en Facebook, el algoritmo me mostró la publicación de Eduardo

Saro, un extraño personaje que se caracterizaba por utilizar un lenguaje ambiguo, a modo de jerga, acompañado de unas imágenes no mucho más alejadas del texto al que acompañaban. Y como cuando algo te llama la atención lo normal es ponerle cara a quien firma aquello, inmediatamente fui a cotillear las imágenes de su perfil: pelo largo y canoso, frente despejada, facciones marcadas, mirada intensa pero algo perdida, boca apretada…; un personaje aparentemente muy seguro, de esos que pase lo que pase siempre medio sonríen, lo que, de entrada, creo que los convierte en las personas más inseguras del mundo.

Un día lo identifiqué paseando por la plaza de Belluga y lo fotografié sin que se diese cuenta. Más tarde le envié la fotografía (una forma cualquiera de saludo personalizado) y a partir de ese gesto, a partir de una simple acción tangible, entre nosotros dos todo se fue precipitando hacia otro lugar, hacia esa otra realidad de un tiempo que ambos añorábamos y en el que podríamos vernos y reconocernos; un tiempo tan real como el actual, solo que antaño todos habíamos aprendido a leer entre líneas.

¿Convivirán en el futuro ambas realidades o se impondrá alguna de ellas? Quizá hayamos entrado -sin retorno- en una nueva era basada en la relatividad del espacio/tiempo, así como en el fin de la identidad única. Pero, si fuese así, tranquilos, porque sólo nos faltará aprender a leer también entre sus líneas.

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2024-05-18T07:00:00.0000000Z

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