Kiosco Prensa Iberica

La sensibilidad hecha grito

El pintor Carlos Pardo Gómez, junto a algunos pocos más, forma parte de ese reducidísimo grupo de artistas de nuestra región (y casi me atrevería a decir de nuestro país) que trabajan directamente con la realidad y sin necesidad de copiar sobre una imagen. Gentes que entendieron perfectamente que pintar no es simplemente reproducir unas formas; que se trata, más bien, de querer expresar su propio sentimiento ante esa realidad que les llama, que les atrae, que les pregunta, que los sitúa... Y es que, comenzar a hablar de los propios valores de este pintor me parece mucho más justo que empezar hablando también de sus nada desdeñables orígenes dentro de una saga de artistas plásticos de la región de Murcia, artistas entre los que personalmente destacaría a su tío abuelo, el pintor Antonio Gómez Cano.

Precisamente, creo que Carlos heredará de Antonio Gómez Cano el gusto por lo matérico y por la textura de la pincelada como metáfora del propio terreno paisajístico, solo que, para nuestro retratado de hoy, la percepción del volumen adquiere casi una tangibilidad escultórica. Diríamos que, para él, el paisaje no es algo plano, sino volumétrico; los pinceles son más bien mazas, cinceles o gubias y las pinceladas, auténticas tallas sobre la materia. En definitiva, casi se trataría de un pintor que esculpe. Aún recuerdo al respecto el impacto que me produjo su última exposición en Arquitectura de Barrio, en donde cada pincelada reclamaba su propia y singular identidad, haciendo que el conjunto mismo del paisaje saltara por los aires como si hubiese sido descompuesto en las infinitas partículas que lo configuran.

Personalmente sólo lo conocía de pasada, de verlo durante alguna exposición por nuestra ciudad, pintando las famosas copas que Manolete organizaba en el Museo Gaya o en el multitudinario homenaje sorpresa que le montaron al mismo Manolete en Chys…

Pero todo fue oírlo hablar sobre su vida y su obra en una charla que posteriormente dio en el edificio Díaz Cassou, e inmediatamente nos apareció el verdadero personaje. Ahora entendía el porqué de muchos de aquellos ‘excesos’ pictóricos que tanto me desconcertaban: su manifiesta vehemencia, sus gesticulaciones exageradas, su penetrante mirada, su mismo histrionismo al manifestarnos una seguridad y una confianza desbordantes… pero, todo eso, toda esa dura apariencia ¿no se tratará de una defensa? ¿Acaso todas estas actitudes, o todas estas expresivas pinceladas, no aparecen sino para disimular una enorme sensibilidad y una duda constante?

PANEL

es-es

2024-04-20T07:00:00.0000000Z

2024-04-20T07:00:00.0000000Z

https://kioscoprensaiberica.pressreader.com/article/281539411008056

Prensa Iberica